Cómo trabajo

“Las emociones no expresadas nunca mueren, son enterradas vivas y salen más tarde de las peores formas”.

Las emociones forman parte de nuestra vida y nos permiten darnos cuenta de aquello que necesitamos atender. Una mala gestión de éstas, como negarlas, reprimirlas, ignorarlas, desatenderlas, exagerarlas, etc., perjudica nuestra salud física y mental, y a corto plazo pueden aparecer problemas de insomnio, ansiedad, depresión y estrés. Aprender a gestionar nuestras emociones es el primer paso para construir autoestima y seguridad en una misma.

“Las personas no se resisten no al cambio en sí mismo, sino a la pérdida”.

En el cambio siempre hemos de soltar algo: una relación, una ciudad, hábitos… El cambio nos empuja a crecer y salir, incluso, del sufrimiento. Pero a menudo nos resistimos y nos aferramos a lo que tenemos aunque no nos guste porque esto nos da la aparente seguridad de conocer el «territorio”… El cambio nos enfrenta al dolor de la pérdida a la vez que nos abre a nuevas posibilidades de crecimiento y apertura. Aferrarse desgasta. En el cambio se halla la libertad de escoger, aprender y construir.

“Tu tarea no es buscar el amor, sino simplemente buscar y encontrar todas las barreras dentro de ti que has construido contra él”.

Es bastante habitual buscar el amor fuera de nosotras, como si se tratara de un objeto perdido, cuando, más bien, el amor es una fuerza que habita ya en nosotras. Sin embargo, a lo largo de la vida, acumulamos miedos, heridas, expectativas y desconfianzas que, sin darnos cuenta, se convierten en barreras que impiden que el amor fluya libremente.

En lugar de buscar el amor en otras personas o en situaciones externas, nuestra verdadera tarea es mirar hacia adentro y trabajar en esas barreras, que pueden manifestarse como creencias limitantes, inseguridades, orgullo o resentimientos. Al reconocer y deshacer dichas barreras, podemos abrirnos al amor de una manera más auténtica, cultivando el amor desde el interior, para luego verlo reflejado en el mundo que nos rodea.

“El autoconocimiento no requiere aislamiento, pero sí el suficiente tiempo contigo misma”.

Muchas veces pensamos que para llegar a conocernos necesitamos de un aislamiento extremo, cuando en realidad lo que necesitamos es dedicar tiempo de calidad a estar con nosotras mismas. Dedicar tiempo a la introspección permite observarnos con honestidad: ver nuestras reacciones, entender nuestros patrones de pensamiento, escuchar nuestras emociones sin juzgarlas y explorar nuestras verdaderas motivaciones. En esos momentos de pausa y reflexión, poco a poco, descubrimos quiénes somos realmente, más allá de lo que los demás esperan o de las capas que hemos construido para encajar.

Es necesario encontrar un equilibrio entre el mundo exterior y nuestro espacio interno. No necesitamos abandonar nuestras relaciones o responsabilidades, pero sí ser conscientes de la importancia de reservar un tiempo personal y constante para escucharnos. Este hábito es fundamental para poder tomar decisiones que reflejen nuestra verdad y nuestro bienestar más profundo.

“El ser humano pasa la primera mitad de su vida arruinando su salud y la otra mitad intentando restablecerla”.

Durante la primera mitad de nuestra vida, a menudo estamos tan enfocados en el trabajo, en alcanzar metas, o en cumplir con expectativas sociales, que sacrificamos nuestra salud física y mental casi sin darnos cuenta. Nos acostumbramos y normalizamos el vivir bajo estrés, dormir poco, alimentarnos sin mucha conciencia, y posponer el descanso y el autocuidado porque creemos que “ya habrá tiempo”.

Al llegar a una etapa más avanzada, nos damos cuenta de que estos hábitos han cobrado un precio alto, y dedicamos la segunda mitad de la vida a tratar de recuperar lo que perdimos: buscamos una mejor calidad de vida, queremos cuidar nuestro cuerpo, encontrar paz mental y sanar lo que hemos ignorado por tanto tiempo.

Es importante educarnos en cuidar nuestra salud desde el principio y valorar nuestro bienestar a lo largo de toda la vida, no sólo cuando empezamos a sentir las consecuencias.

“La naturaleza no es un lugar para visitar, es nuestra casa”.

La naturaleza no es algo externo a nosotras, sino nuestro verdadero hogar y nuestra propia esencia. No somos visitantes; somos parte de ella, como los árboles, los ríos y el aire que respiramos. Al reconocer que somos naturaleza, comprendemos la importancia de cuidarla, porque cuidar de ella es también cuidarnos a nosotras mismas.

Con demasiada frecuencia, tratamos a la naturaleza como un recurso a explotar o un lugar adonde escapar, cuando en realidad es el hogar que nos sostiene, que nos alimenta y que hace posible nuestra vida.

Mis herramientas

En mis sesiones, tanto individuales como grupales, sigo un enfoque claro: ayudarte a tomar conciencia de quién eres y a integrar esa sabiduría en tu cuerpo, que es el vehículo esencial para sanar y reconectar con tu verdadera naturaleza.

A lo largo de mi trayectoria en el ámbito terapéutico, he desarrollado una metodología propia centrada en un aspecto fundamental: que cada persona descubra su soberanía y sabiduría interior. Esta es la clave para cultivar una salud en armonía con la vida, sanar nuestras relaciones y recuperar nuestra esencia, esa que se basa en la alegría de vivir, más allá de cualquier circunstancia.

Creo profundamente en la fuerza de la comunidad y en la importancia de los vínculos que construimos. Al apoyarnos mutuamente, podemos sanarnos y crecer de forma más plena y saludable.

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